miércoles, 27 de julio de 2011

necesárea

pone su mano ahí, en el triángulo de la bermuda, y le dice que la ama. no la ama, pero bueno, en verano le vale madre. hace hincapié y se hinca, con los pies levemente posados sobre el revés de la planta, el tobogán que empuja hacia los dedos. y la besa entre las piernas. como sabe besar. ella se deja porque, total: en verano que se los lleve el diablo. verán después. hace mucho calor y se viene el viento. el viento que aletea las persianas y despierta a los vecinos pero a ellos no, porque están despiertos, sudando, como animales que hablan castellano.
los insulta el alarido de la tormenta, las hojas díscolas que se desparraman a pesar de estar fuertes y verdes y no pesar tanto como el sol, acaso. ellos ni tanto: como si las sábanas fueran nieve que derretir. como si les hiciera falta mucho el agua, sudor mediante. los trapos que se atrapan con la boca son ellos mismos, sosegados apenas por el humo del tabaco y la adrenalina con que brilla el televisor. en el retrogusto, el momento ulterior, el después. la banalidad exótica del vino tinto desparramándose entre las tripas. el viaje de la cama al baño y visceversa. el besarse cabizbajos y hasta abajo, de nuevo, reiniciando el rito.
volver a verse meses después, de casualidad. ni un teléfono ni una nada pero sí un hijo. un hijo que le crece a ella pero también le crece a él. "te he buscado hace rato", le dice. él no sabe qué responder. estuvo fuera del país o algo así, no? estuvo buscándose la vida por allá, lejos. se arrimó a otras, eso sí. no la extrañó y ella tampoco. eso es bueno. son inmunes. pero qué hacen con el hijo? ella lo ha dejado pastar en sus entrañas hasta encontrarlo. estaba dispuesta a guardárselo como un regalo hasta que él apareciera, de casualidad, como apareció.
no se aman, está claro. amarse no es un deber. algo hay que hacer. en algo debe ocuparse el corazón, mientras tanto. por si la muerte y ese tipo de cosas. los coarta desde temprano, suponete, y después qué? después qué le cuentan las fotos al hijo? al hijo que van a tener, está claro. porque a él le parece una buena idea, también. hacía mucho tiempo no tenía buenas ideas y está contento. hasta se van a vivir juntos.
llega el día. bueno, la madrugada. muy despacio él la viste a ella, que chorrea. van caminando hasta el auto, el uno al lado del otro. no dilata y es un tema, viste, porque se puede desgarrar. él no quiere que se desgarre, por las dudas. tomaron mucho vino la primera y última noche que se ardieron. después sí, bueno, se acostaron. se hincaron y se lamieron como mascotas, dignos de una enciclopedia banal, una encarta abúlica y costumbrista. no se puede decir que tuvieron el mejor sexo del mundo. pero se gustaban, apenas. ciertos detalles, algunas muecas, una forma de gritar.
él se sentó en la sala de espera mientras cundía la cirugía. entonces las campanas empezaron a sonar azules y, por error, tuvieron una niña. que llamaron soledad. porque sí, nomás. porque así quedó, en la incubadora, esperándolos. la llevaron al hogar (sesenta metros cuadrados de humedad) y la dejaron en medio de la cama grande, adonde apenas si se intuían el uno al otro. los dos la vieron al mismo tiempo y ella los vio a su vez. él deseó una cosa nueva, una cosa que no había deseado jamás: que cicatrizara pronto la herida de ella, que los puntos de la cesárea dejaran de sangrar. para poderla amar. ser dos. o uno, llenos de soledad.

domingo, 24 de julio de 2011

la mitad oscura del sol

si el sol fuera una moneda, bueno: debería tener una mitad oscura. una mitad oscura que fuera la luna de otro planeta. el universo sería una mesa sobre la cual el círculo resplandeciera. una mesa negra, no? algo minimalista. puede ser. si el mundo fuera una suma de tablas sobre la que apoyar la cena y olvidar las sobras de la cena. sobre la que hacer el amor, encenderse. si el universo fuese una mesa sobre la cual apoyarse para escribir unas memorias. las memorias del lucero del alba encandilado por los gallos. por los gallos de oro del sol. leer a rulfo. casi con devoción.
ponerle a la mesa un mantel (el cielo) y pernoctar dejándole muecas de vino sobre el hule. pedacitos de carne humana en los vértices. y postre, sobre todo postre. si el sol fuese una moneda tomarse un colectivo con un sol para ir a verla, siete mil kilómetros allá, y gastar toda la luz del mundo por un solo beso. por agua, digamos. eso quiero decir.
la soledad aparece para hacernos compañía. estamos muy solos a pesar de tanta gente que no cabe en las ciudades. las ciudades bajo el sol (moneda) están solas y muertas de hambre. muertas de sangre, también. pero la violencia es un mal necesario, no? digo: tirar un vaso contra una pared para no sentirse un estúpido, un insensible. creer en dios para pasar el rato, para gastar el sol en un helado sin perder la cabeza, sin volverse loco, sin atormentarse.
quiénes ven la mitad oscura del sol? quiénes son nuestros hermanos? quiénes cuando nos bronceamos observan la negritud y rezan pensando en nosotros? como nosotros le rezamos. dios bendiga a la serpiente emplumada.
venga la noche y hágase la luna, para que el sol tenga sentido.