viernes, 12 de agosto de 2011

lo prematuro

las bruscas impetancias, que tremendo alarido provocasen en el correr de esa garganta chueca y ya avinagrada. las tres de la mañana suenan en los gallos alcohólicos. se va a matar pero enseguida. tiene que sacar la basura primero, eso sí. ha elegido el día porque es viernes a la noche y nadie va a llamarlo para salir, ni para entrar. presume de su soledad hasta que descubre que su soledad lo presume a él. con la elegancia de las sábanas recién atadas al lecho, porque antes de irse para siempre legará a quienes lo encuentren un mundo apenas desordenado por su sangre revuelta en el parquet. es bueno estar de pie mientras todos se emborrachan, piensa y mira la nube que atraviesa su balcón, flameando con sus estériles alas, llena de una incertidumbre cotidiana: va a llover o no, el día (la noche, enseguida) de su muerte? es importante saberlo para decidir si dejar afuera o no las plantas. no sería que una granizada de aquellas y adiós ellas con él, que no tienen nada que ver. el asunto no es con las plantas: el problema es de su misma especie y se llama carmen.
quizás sea carmen la que lo encuentre, al volver de viaje, porque él no ha tenido la valentía de separarse de ella por las buenas. toma un camino brusco, para su familia inesperado, porque siente que no puede escapar a carmen, que carmen es su destino, una hembra prosaica y casi bíblica que lo anuda a la existencia, siendo que antes de conocerla él ya tenía claro que necesitaba morir joven. y aprender a tocar la guitarra. a ser virtuoso con la guitarra y convertirse en músico, en mito y después en llanto: mareas de llanto en su nombre, muerto joven. carmen lo distrajo de ese objetivo y lo puso a amarla como un estúpido, con las marcas de su humedad rodeándole el cuerpo en indiscreta amenaza, con la voz de carmen pegada a la piel como una sanguijuela. casi humana, la tal carmen. un día va y se escapa. empieza a escaparse más seguido porque en el trabajo la mandan. tiene suerte: le pagan de más cuando viaja y puede cenar con esos buenos vinos. pero ya no le gusta la cosa. no es que él sea posesivo ni nada: quiere que carmen le diga con certeza si renuevan o no el contrato de alquiler del departamento. pero carmen nada, carmen empieza a omitirlo, a deletearlo como si nada.
aprovecha el sexto viaje (que es esta noche en que va a suicidarse) para planear su futuro. su futuro es un arma que le prestó con un amigo, con la condición de que no se suicidara. de qué le servirán la amistad, la lealtad, la palabra si va a morirse temprano, como había soñado? carmen se enterará después del ritual de buscar su llave en la cartera, no encontrarla, tocar el timbre, no enconrarlo, persistir en la búsqueda, encontrarlas sin más ganas que las de descalzarse, darle un beso jugoso y cenar algo liviano con su hombre, para irse a la cama. pero carmen no lo ama, no. lo que hace lo hace por sí misma, no? porque él le conviene, piensa él mismo y se relame en su cítrica existencia.
tiene que esperar que sea de noche, aunque el fogonazo estalle en las pupilas de los vecinos. también el ruido de la bala agujereándole la cabeza los alarmará. pero él no tendrá que poner la cara. cena liviano. se sienta frente al balcón con las hojas de la ventana desplegadas para que el viento que viene del sur se aloje en la casa. podría reacomodar los muebles en lugar de matarse. pero no tiene nada épico dar vuelta un sofá o invertir la posición de unos libros en la biblioteca. ese orden que vuelve sumisas las cosas, domésticas, ya no le sirve: él ansía el perfecto orden del más allá, la alucinante oscuridad perpetua de lo que no se sabe vivo. escucha la música del radio de los vecinos. la música lo deprime. en dos días, cuando carmen llegue, la deprimirá más. porque es música alegre, claro. y él ya estará muerto.
carga la bala (el olor a pólvora es peligroso como la canela), las balas, y deja el arma cargada sobre la mesa. el arma está ahí, junto a él. y el momento se acerca. ve el pasillo, nítido. al final del pasillo, una luz roja. no blanca, no se agranda, se acerca. el arma ahí. la noche ya. la hora. en el momento menos pensado, por fin, la oscuridad y la voz de carmen sobre sus manos que cubren sus ojos de macho nervioso: adiviná qué?, le dice ella al oído, susurrando. volví antes porque no aguantaba las ganas de verte, susurra carmen. y él ya está, frito. se quita las manos blancas, de uñas pintadas, de los ojos. y la oscuridad se escapa entre los dedos de carmen que lo besa mientras él, a tientas, esconde el arma.

miércoles, 27 de julio de 2011

necesárea

pone su mano ahí, en el triángulo de la bermuda, y le dice que la ama. no la ama, pero bueno, en verano le vale madre. hace hincapié y se hinca, con los pies levemente posados sobre el revés de la planta, el tobogán que empuja hacia los dedos. y la besa entre las piernas. como sabe besar. ella se deja porque, total: en verano que se los lleve el diablo. verán después. hace mucho calor y se viene el viento. el viento que aletea las persianas y despierta a los vecinos pero a ellos no, porque están despiertos, sudando, como animales que hablan castellano.
los insulta el alarido de la tormenta, las hojas díscolas que se desparraman a pesar de estar fuertes y verdes y no pesar tanto como el sol, acaso. ellos ni tanto: como si las sábanas fueran nieve que derretir. como si les hiciera falta mucho el agua, sudor mediante. los trapos que se atrapan con la boca son ellos mismos, sosegados apenas por el humo del tabaco y la adrenalina con que brilla el televisor. en el retrogusto, el momento ulterior, el después. la banalidad exótica del vino tinto desparramándose entre las tripas. el viaje de la cama al baño y visceversa. el besarse cabizbajos y hasta abajo, de nuevo, reiniciando el rito.
volver a verse meses después, de casualidad. ni un teléfono ni una nada pero sí un hijo. un hijo que le crece a ella pero también le crece a él. "te he buscado hace rato", le dice. él no sabe qué responder. estuvo fuera del país o algo así, no? estuvo buscándose la vida por allá, lejos. se arrimó a otras, eso sí. no la extrañó y ella tampoco. eso es bueno. son inmunes. pero qué hacen con el hijo? ella lo ha dejado pastar en sus entrañas hasta encontrarlo. estaba dispuesta a guardárselo como un regalo hasta que él apareciera, de casualidad, como apareció.
no se aman, está claro. amarse no es un deber. algo hay que hacer. en algo debe ocuparse el corazón, mientras tanto. por si la muerte y ese tipo de cosas. los coarta desde temprano, suponete, y después qué? después qué le cuentan las fotos al hijo? al hijo que van a tener, está claro. porque a él le parece una buena idea, también. hacía mucho tiempo no tenía buenas ideas y está contento. hasta se van a vivir juntos.
llega el día. bueno, la madrugada. muy despacio él la viste a ella, que chorrea. van caminando hasta el auto, el uno al lado del otro. no dilata y es un tema, viste, porque se puede desgarrar. él no quiere que se desgarre, por las dudas. tomaron mucho vino la primera y última noche que se ardieron. después sí, bueno, se acostaron. se hincaron y se lamieron como mascotas, dignos de una enciclopedia banal, una encarta abúlica y costumbrista. no se puede decir que tuvieron el mejor sexo del mundo. pero se gustaban, apenas. ciertos detalles, algunas muecas, una forma de gritar.
él se sentó en la sala de espera mientras cundía la cirugía. entonces las campanas empezaron a sonar azules y, por error, tuvieron una niña. que llamaron soledad. porque sí, nomás. porque así quedó, en la incubadora, esperándolos. la llevaron al hogar (sesenta metros cuadrados de humedad) y la dejaron en medio de la cama grande, adonde apenas si se intuían el uno al otro. los dos la vieron al mismo tiempo y ella los vio a su vez. él deseó una cosa nueva, una cosa que no había deseado jamás: que cicatrizara pronto la herida de ella, que los puntos de la cesárea dejaran de sangrar. para poderla amar. ser dos. o uno, llenos de soledad.

domingo, 24 de julio de 2011

la mitad oscura del sol

si el sol fuera una moneda, bueno: debería tener una mitad oscura. una mitad oscura que fuera la luna de otro planeta. el universo sería una mesa sobre la cual el círculo resplandeciera. una mesa negra, no? algo minimalista. puede ser. si el mundo fuera una suma de tablas sobre la que apoyar la cena y olvidar las sobras de la cena. sobre la que hacer el amor, encenderse. si el universo fuese una mesa sobre la cual apoyarse para escribir unas memorias. las memorias del lucero del alba encandilado por los gallos. por los gallos de oro del sol. leer a rulfo. casi con devoción.
ponerle a la mesa un mantel (el cielo) y pernoctar dejándole muecas de vino sobre el hule. pedacitos de carne humana en los vértices. y postre, sobre todo postre. si el sol fuese una moneda tomarse un colectivo con un sol para ir a verla, siete mil kilómetros allá, y gastar toda la luz del mundo por un solo beso. por agua, digamos. eso quiero decir.
la soledad aparece para hacernos compañía. estamos muy solos a pesar de tanta gente que no cabe en las ciudades. las ciudades bajo el sol (moneda) están solas y muertas de hambre. muertas de sangre, también. pero la violencia es un mal necesario, no? digo: tirar un vaso contra una pared para no sentirse un estúpido, un insensible. creer en dios para pasar el rato, para gastar el sol en un helado sin perder la cabeza, sin volverse loco, sin atormentarse.
quiénes ven la mitad oscura del sol? quiénes son nuestros hermanos? quiénes cuando nos bronceamos observan la negritud y rezan pensando en nosotros? como nosotros le rezamos. dios bendiga a la serpiente emplumada.
venga la noche y hágase la luna, para que el sol tenga sentido.

miércoles, 15 de junio de 2011

la puta invertida


Oscurece aterrada. Sus copas, sus ropas. Tiradas por el piso. Rotas. Las ropas y las copas. Porque ella se emborrachó muchísimo y ya no supo más qué hacer. Pero saben lo que hizo? Echó a todo el mundo de la casa y apagó las luces. Quería estar a solas con los restos de sus invitados, las cosas que habían olvidado por las habitaciones. Desde la muerte de sus padres le había costado muchísimo asumir la felicidad de la gente. Prefería la euforia. Dar gritos y saltos y después sumirse en un desesperado silencio. Meditar sin pensar demasiado. Hacerse daño despintándose los ojos si total qué, la vida era una mierda igual. Hasta la próxima vez que descorchara algo. Los llamaba a todos para invitarlos un Möet. En la bodega de su casa sobraban. Su padre los había ido acumulando durante la agonía como si hubiese sabido que ella iba a necesitarlos. Dos cánceres al mismo tiempo, en la misma casa. Fueron unos meses revueltos y por esos meses cumplió veintidós. Se tuvo que ir a haciendo a la idea de terminar la universidad para orgullo de nadie.
Hasta que un día, finalmente, murió su madre. Dos semanas después (potenciado por la tristeza) su padre. Dos ricachones cuyo dinero era impotente frente a la metástasis. Su abuela le escribió desde República Checa para decirle que sentía mucho la muerte de su hijo, pero justo estaba comprando unos cuadros preciosos. Le describió los cuadros. Mercedes podía imaginarse los colores, pero no verlos. El mundo se había vuelto repentinamente blanco y negro hasta una noche en que tomó de más. Descubrió que estaba viva cuando no estaba sobria. Los amigos de la facultad no tenían casa para una previa y así empezó la cosa.
Aquella noche volcaron una botella de tinto entera en la alfombra de la biblioteca. Mercedes se alarmó muchísimo, se largó a llorar como una nena al borde del manchón bordó y aunque todos intentaron consolarla se descargó como una suave tormenta que terminó lavando su cuerpo. La mancha durará para siempre. Pero ya no le importa. Toda la casa está manchada. Ella misma es una mancha. O un borrón, piensa.
-Alguien tiene que hacerse cargo de las muertes injustas, Mercedes, por eso los sobrevivientes se llaman “deudos”-le dijo al visitarla el obispo de la provincia. Fue la última vez que ella lo invitó a cenar.
El obispo llamó un par de veces, fue hasta la casa, quiso dar con ella. Ninguna de las mucamas quería dejarlo pasar. El obispo le pidió a dos monaguillos que lo ayudasen a trepar la medianera para ver si la niña estaba bien (los ingresos de la familia a la Santa Iglesia eran frondosos y lo desesperaba dejar de contarlos). El obispo se machucó una pierna pero pudo llegar a su ventana. Allí la vio desnuda, mientras dos adolescentes le chupaban entre las piernas. Los adolescentes eran Adolfo y Enrique, que durante algún tiempo vivieron en la casa, a costa de ella, hasta que se cansó también de ellos y empezó a intercalar.
Las primeras orgías fueron sutiles, avergonzadas y podría decirse que hasta decentes. No pasaron más allá de una tranza comunitaria, manotazos de ahogados, lenguas que iban y venían sin rumbo fijo. Fue desesperante amanecer esos primeros días. Se sentía insegura de sí misma, insegura de lo que estaba haciendo. Pero Mercedes desayunaba un vermucito y se tranquilizaba. Miraba hacia el patio, adonde los rosales de mamá se secaban.
Reducir la planta permanente de sirvientes fue su mejor error. Pero estaba conforme. La casa se volvió un basural y las dos mucamas fieles que quedaban un día dejaron de ir. Qué le importaba a ella, si no le importaba nada. Ni siquiera Betún, el gato, que antes de morir de hambre renunció a su amor y se marchó. Hasta el gato se mandó a mudar, pensaba Mercedes. Pero no quería pensar mucho. Fumaba porro al atardecer. Veía cómo caía el sol entre las luces siempre encendidas del patio.
Por qué? Para qué cruzar la vereda? Para que le diera un poco de sol? Mercedes marcaba a sus amigos y sus amigos le traían lo que necesitara, con tal de vivirle la casa, la fortuna. Mercedes pagaba bien. Era una puta invertida. Le encantaba serlo. Estaba dichosa se haberle encontrado una salida al hueco de la existencia. Las madres de otros le lavaban las bombachas (todo lo que, prácticamente, usaba), y eso la hacía feliz de a ratos. El jabón en polvo le evocaba el ejército de mucamas, las acristaladas sonrisas de su madre. De su madre que la había hostigado desde la primaria volviéndola una nerd insegura, llena de malditas obsesiones, de temores, de paranoicas culpas. Que si besaba antes de los trece, que si garchaba dos semanas después de que le venía. Así y todo llegó a abanderada. Y su madre la abrazó orgullosa por romper el mito de que las niñas ricas no pueden ser buenas alumnas. De que las niñas ricas son taradas y cínicas como sus padres que, no obstante, han hecho con inteligencia de los demás sus servidores. De qué lado estaba Mercedes en la mesa? A la izquierda de su padre. Tenía a su madre enfrente y su padre le corregía las posturas obligándola a comer con dolor. Mercedes rogaba que su padre no se ofreciera a llevarla con su chofer a la escuela. Se bajaba y le daba esos besos jugosos, falsos, delante de las demás nenas. Para que las demás nenas (estupidísimas) pensaran que además dinero tenía un padre bondadoso y bien parecido que la acompañaba hasta la puerta de la escuela, protegiéndola además de brindarle una trouppe de profesores privados que la bien educaban. El famoso espíritu santo. Los guiños cómplices de las maestras en las multiple choice. Esos párpardos que indicaban, nítidamente, “la A, Mercedes, la respuesta A”. Porque si no papá no pagaba. Un cero solo vale a la derecha del uno, obesas maestras gordas!
Mercedes sentía pavor de que sus amigas descubrieran que en realidad no estudiaba. Se pasaba comiendo dulce de leche de la lata porque total no engordaba. Porque hasta en eso había salido a la madre: culoncita, menuda, pechugona. Y, afortunadamente, castaño clarísimo, casi rubia, de ojos claros. El sueño de cualquier primo lejano que viniera de visitas, unas vacaciones, para atracarla vuelta y vuelta en la lavandería, el único lugar al que no iban a encontrarlos jamás los padres. Las mucamas sometidas al chantaje de los niños sexuados, que ofrecían dinero a cambio de lealtad y, sino había más remedio, una contundente amenaza de acusarlas. Acusarlas de qué? De cualquier cosa. De que estaban robando dinero de los cajones, de que se probaban la ropa cuando la madre no estaba, de que traían a sus novios oscuros y los hacían cogerlas en el jacuzzi de la suite principal mientras ellos viajaban por Medio Oriente. Cualquier palabra sonaría escasa ante la de Mercedes. Mercedes lo sabía y ese poder la cautivaba. Mercedes supo ser la más puta de las niñas escudándose en un notable disfraz de modelo. Modelo de qué sería Mercedes? Todas las madrugadas, al acostarse, se hace la misma pregunta: a qué vienen esos clamores ciegos de sus amigos fans hechizados por el ganaderos-way-of-life.
A Mercedes habían dejado de importarle las vacas. Las vacas habían sido vendidas por los mismos que se habían quedado con las tierras, los empleados que su padre tan celosamente regulaba. Aquel no era el principal ingreso de la familia sino un hobby de su viejo. Un hobby caro, como los caballos. Trabajar, trabajaba en la empresa que liquidó antes de morir, para que ella heredase buena plata. Mercedes la heredó y quiso cobrarla de una vez y dejarla en un lugar de la casa. Enterró un poco bastante, metió escondites en los árboles. Llenó de billetes los libros y sus amigos fueron quedándose con algunos vueltos. Pero a Mercedes no la plata no le importaba. La clase no es una cuestión de dinero.
Mercedes contempló, desatendida, el contorno de su cuerpo recortado en el espejo del baño. Siempre había reclamado que hubiese allí un espejo de cuerpo entero, para verse bien. Pero los padres, ante la mera sospecha de la masturbación, se lo habían negado. Una vez que ellos murieron Mercedes pudo mirarse desnuda en el espejo del living y descubrió que era hermosa. Esa hermosura etílica que sudaba la inclinó a la noche, la farra y el divertimento. La casa era una fiesta casi diaria y como distaba varias manzanas de las demás nunca hubo problema. Alguna vez llegó la policía, sí. Porque la potencia de las luces de colores en el cielo del martes los alarmaba. Festejaban un cumpleaños, dijo Mercedes, y les dio cien pesos a cada uno. Los policía son los taxiboys más baratos.
Hubo una época en la que ni siquiera quería acostarse. Después de la muerte de los padres ni siquiera tuvo necesidad de estudiar y entonces se daba y se daba con todo por la nariz todo el día. Ya era grande y su vida no tenía sentido. Estaba triste, terriblemente apenada y gris desde la muerte de los padres. Recogida. Y ese recogimiento terminó embarazándola.
Lucero nació una siesta gracias al papá doctor de uno de sus amigos, por parto natural. El partero podía sentir el perfume a alcohol de la casa a varios kilómetros de distancia por lo que no hubo que esterilizar nada. Mercedes se vio ahí, con Lucero en los brazos, y pensó qué futuro le esperaba a la niña entre sus brazos. Quería que Lucero saliera puta como la madre o prefería, en todo caso, que saliera cheta como la abuela? Abandónica como la bisabuela? Quizás estaba en Roma la vieja y ni se enteraba. No la veía desde los once años. Ya no importaba. Que su abuela estuviera viva o no, qué más daba. Mercedes tuvo a Lucero entre los brazos y se sirvió una copa de champagne para celebrarla. Era tan bonita la nena. Podría gatear, fácil, hasta los cuatro años. Romper cosas, arañar muebles. No le faltaría nada. Tendría todos los caprichos. Crecería en sus propios vicios y nadie velaría por su moral salvo ella misma. Lucero iba a ser libre como nadie. La dejaría hacer y deshacer a su manera. Para que ella sí saliera ingeniera.



miércoles, 25 de mayo de 2011

todo lo que pasa fue uva

gente, lo primero que hay que decir: beatriz sarlo está vieja. vieja en todo sentido, visible y sensiblemente vieja. cómo puede una mujer que manifiesta que acude a todas las marchas populares organizadas desde el oficialismo no ser atravesada por la euforia, por el entusiasmo, por el clamor? de qué frialdad compacta está echa beatriz sarlo que ya no la conmueve la sociedad sino como un espejismo de su propia, efímera, vanidad? podemos ser piadosos e inferir que ocurre porque es simplemente vieja. nada del otro mundo.
la del intelectual es una figura difícil de definir. el intelectual es a la filosofía lo que los periodistas son al derecho, a la medicina, a la política, al deporte y a los espectáculos. digamos: lectores. productores de un sentido que viene de los libros. un sentido no por eso menos intenso que el de los hacedores de realidad. los intelectuales alimentan un debate que los albañiles proponen con su propio cuerpo, ladrillo a ladrillo. la realidad es una vocación diaria. cada sujeto la construye de la diferencia con respecto a los otros. el intelectual es un generador de sentidos transparente: los asuntos ordinarios los atraviesan sin lastimarlos. eso es, al menos, el intelectual sin compromiso, el intelectual freelance que va intercambiando ideologías bajo el sospechoso argumento de la variabilidad de las mentes ilustradas. a las mentes ilustradas todo se les permite. incluso ser cómplices de masacres y recibir homenajes al morir.
porque beatriz sarlo pertenece a la misma especie que ernesto sábato, cuyo cadáver aún se adivina medio tibio e incómodo en la muerte, que tanto le gustaba. por qué? porque circularon dos fotos de sábato: una durante una cena de gala con videla, la otra entregando el "nunca más" a alfonsín. esas dos imágenes (desde la lógica del montaje intelectual de einseinstein) no son incompatibles: son el resumen del antagonismo y, por tanto, la resolución del conflicto: ernesto sábato no era malo, nomás sufría un penoso delay. por ejemplo: descubrió que la ciencia era mala después de vivir de ella durante años pretendiendo ganar algún premio exagerado para un investigadorcito de cabotaje (sábato, digámoslo, no prometía ser einstein); después se avivó tarde (pero durante años mantuvo el silencio, siempre cómplice, con los matadores) de que los milicos eran unos reverendos hijos de puta. y se lanzó a la aventura de indagar en los no-cuerpos de los militantes políticos a los que él mismo había denostado.
sarlo y sábato dibujan un arduo mambo: el de la corrección política. son, en el fondo, inofensivos. qué daño puede hacerle beatriz sarlo al sistema? es más: desea hacerlo? probablemente no. beatriz sarlo está super acomodada en su rol de catedrática de opereta, columnista de un diario facho y de una radio propiedad de una posible apropiadora de hijos de desaparecidos. hoy dijo, en 678, que ella no se hacía cargo por los delitos de las empresas en las que trabajaba: error, beatriz sarlo, vos no sos betty la de hurlingan, vos sos una tipa con carrera, sos una profesional, no estás en la lona y de retractarte cualquier medio que no lesione la humanidad te aceptará, porque nadie discute tus capacidades intelectuales desde el punto de vista técnico.
quedó demostrado hoy, en 678, que beatriz sarlo maneja impecablemente la dialéctica. maneja y domina el minúsculo imperio del argumento irrebatible: un argumento sólido que en realidad, al desmenusarlo, es hueco, pero que no puede digerirse inmediatamente. algo semejante a lo que hacen varios en el gobierno, incluida la presidenta. no lo veo mal: dejar al enemigo sin palabras en público es, simbólicamente, ganar. pero los debates se ganan con el tiempo, incluso después de la muerte. todos se rieron de nietszche cuando publicó "ecce hommo" anunciando que en cien años sus libros serían sagrados en las universidades. y finalmente pasó. pero tuvo que esperarlo cadáver el pobre friedrich. no pasa nada. sarlo no tendrá la suerte de friedrich: la llorarán los lectores de la nación (que son muy pocos), los alumnos que toleran su por momentos sarcástica tendencia a la soberbia, su encantadora labia de perra de mil palabras. porque beatriz sarlo no es ninguna improvisada: le ha costado años urdir no su ideología sino mayormente la excusa con que escuda su auténtica ideología, que es la de cualquier otra burguesa esclava de un sistema al que en las plateas debe repeler.
por eso beatriz sarlo dice "no voto ni loca a macri". porque no le importa decirlo. a beatriz sarlo no debe importarle denostar a los políticos porque los intelectuales no están de turno: sobreviven a los políticos, los auscultan, los critican, los elevan, los dejan caer o los bajan, pero siempre mantienen ese formidable equilibro del condicional: la aparente inocencia de una afirmación propia puesta en una boca ajena, desconocida e incomprobable. pero una mina como beatriz sarlo, tan leída, obviamente iba a reventar por los aires a algunos panelistas de 678. lo hizo con barone (al que equivocadamente, por los inicios de 678, se lo intuyó un viejo sabio pero resultó un adolescente lleno de ampulosidades, adjetivos, garabatos de arena y mucha, pero mucha exageración postural), lo hizo incluso sandra russo, que todavía anda por "periodista" y a "intelectual" no asciende. pero hubo dos que no fueron atendidos: uno del panel y un invitado, cortiñas y forster respectivamente. porque ellos, está claro, manejan el nivel de abstacción maniquea de sarlo y en lugar de enfrentarlo lo doblegan, sutiles, antes la imponencia verbal, categórica, inteligente de dos intelectuales serios.
qué es un "intelectual serio"? bueno, nada, una huevada que puse. suponemos que los intelectuales son serios, no? muy serios. sarlo es seria. casi no se ríe. pero tiene la ironía a flor de piel, como toda persona de derecha. esa ironía de labios sujetos, cautivos, y la miradita descalificadora, necia, de quien ha luchado demasiado por darle forma a su cabeza como para que cualquier aspiración espontánea, no medida, inspirada resulte una amenaza. el conflicto de sarlo es un conflicto con la libertad: tener la libertad de exponer ideas frescas, influidas por la pasión y la potencia de las cosas que pasan (pero perderla para mantener esa gustosa mente enjabonada que va adaptándose a los tiempos que corren, a los tipos que mandan, aunque los enfrente, el enfrentamiento quedará al nivel de la palabra, siempre); o tener la libertad de, justamente, cumplir con el paréntesis anterior: cambiar, mutar, dilatarse, contraerse, camuflarse detrás de la capucha inapelable de la certeza. pero el empirismo no sirve para nada. la política no está exactamente en las palabras.
pero, sarlo no está comprometida con nada? sí: está comprometida con muchas cosas. es más: dijo en el programa que los felipe y marcela tenían que hacerse el adn forsozo, que el caso tenía que esclarecerse, que estaba en contra del fervor desatado por la guerra de malvinas, del ocultamiento de las masacres durante el mundial del 78 en las escuelas, que estaba en contra de macri, que aborrecía el color amarillo de los nuevos emprendimientos inútiles del gobierno de la ciudad. dijo todo eso porque sarlo es como quien escribe horóscopos: trata de adaptarse a una lógica más o menos corriente, a una marea más o menos predecible de cosas: quién va a estar en contra de esclarecer los asesinatos durante el mundial en que, encima, argentina salió campeón comprando la copa? quién va a estar en contra de luchar para esclarecer las causas que involucran desaparecidos? sabemos que hay gente que sí, que se opone. pero son los menos. a los más no les gusta hablar mal de los desaparecidos. los desaparecidos son a la argentina lo que los judíos son al mundo. generan un toque de culpa, de vergüenza y de falso samaritanismo. en realidad, a mucha gente en este país le chupa un huevo que las familias a las que les fueron robados hijos, nietos, los recuperen. la sociedad argentina está ocupada, ahora, en las cincuenta cuotas. la diferencia es que esta vez el gobierno está diciendo: vamos a juzgarlos. y el que mira para otro lado está haciéndose, nomás, el boludo.
tal vez el elenco que eligió 678 para debatirle a sarlo no fue el más ameno con su suerte. ahora veremos en qué estado deja esta contienda a la producción de este programa. a los televidentes nos dejó chochos. la presencia de sarlo fue esencial para iluminar muchas cosas: en primer lugar que los kirchneristas estamos dispuestos a reconocer los aciertos de la sarlo (varios los ganó por afano, con una contundencia inquietante), pero los opositores no notan los aciertos de forster (ni se animarían, jamás, a reconocerlos, porque creen que algo pierden); en segundo lugar resaltar la actitud de la sarlo (creo que merece el artículo, porque ha ganado entidad el personaje) que fue y puso la cara, su puñado de ideas largamente adquiridas a fuerza de comprar, subrayar, descartar libros y reiniciar al ciclo eternamente, mientras viva; en tercer lugar sería importante distinguir este debate de otros que ha tenido el programa (algunos, incluso, de los panelistas contra la producción) porque este ha resultado (como aquel de cox o el por momentos incómodo director de la revista barcelona) un debate más auténtico, más descarnado, en que las oposiciones se han sentado a la mesa a discutir (por momentos de manera falaz, por otros despectiva, en muchos semánticamente exquisita) con la mierda oficialista a fin de hacer un hallazgo: tampoco los kirchneristas vamos a creer que barone o russo o cortiñas o forster o quien sea son cristo, sabemos que son de carne y hueso, con pasados probadamente oscuros (algunos), con presentes reveladoramente comprometidos (otros), el debate de la sarlo contra todos nos demuestra que una antikirchnerista puede pensar. no sabemos si siente algo, pero que piensa, piensa.
varios idiotas han vivido el programa como una contienda, como si en realidad se definiera algo importante para el futuro del país con ese enriquecedor intercambio. se gana en conceptos y, si se tiene amplitud, se puede indagar más acerca de los fenómenos que operan en nuestra cabeza, desde la realidad, y viceversa. pero si la política queda reducida a ese enciclopedismo decimonónico corremos en peligro de ponerla solo en manos de los que saben y pueden darse el lujo de leer. por eso es falsa, en cierta medida, la sensación de inferioridad que nos dejaron algunos panelistas: están compitiendo en una escala de siniestra ilustración. la sentada a la mesa es una mujer leída, un argumento suyo con cita de habermas puede aniquilar a los trescientos de esparta con los persas incluidos. una cita sin pie de texto es irrevatible, y perversa, pero efectiva.
habrá que buscar a la sarlo en su pasado para averiguar de qué va, de qué ha sido. para muchos (como para mi) sigue siendo aún demasiado desconocida, apenas visitada en una columna, en una cita, en un texto descargado de internet para leer de entrecasa. pero toda uva deviene pasa sin que su ser uva se altere. la sarlo viene de algún lado.
un amigo tuvo de profesora a la sarlo en la universidad y la definió maravillosamente: "es del tipo de profesores que tienen miedo que el alumno los supere". la sarlo había contenido este impulso de demostrarse superior largo tiempo. lo ha hecho de una manera descomunal, casi depravada. pero la sarlo no ha cambiado la vida de ningún niño, de ningún maestro, de ningún policía, de ningún científico, de ningún peón agrícola. cristina sí. y si las acciones también son un debate, efectivo, de las ideas, se come a la sarlo cruda, vuelta y vuelta.

domingo, 22 de mayo de 2011

psicología inversa

-sabías que si mirás directo al sol te quedás ciego?
-fa, bueno, eso no es nada: si te caés de un árbol quedás paralítico...
-siempre tenés que decir eso cuando estamos subidos a un árbol?
-es normal: sólo me acuerdo de los paralíticos cuando estamos acá.
-también podés abrirte en dos la cabeza y hasta luego.
-bueno, claro. fractura expuesta, también. tantas cosas.
-me impresiona la sangre un poco, creo.
-cuántas veces te has cortado vos, a ver?
-varias. soy muy torpe.
-ya sabemos que sos torpe, pero decime: heridas grandes, grandes, cuántas?
-dos, ponele, tres con la de la rodilla que no fue nada: dos puntos nomás.
-dos puntos no es nada.
-por eso te digo.
-no la cuentes a esa. a ver, mostrame las cicatrices, dale.
-mirá, acá tengo una...
-esa está buena. y adónde más?
-acá. pero no puedo mostrarte.
-por qué no podés mostrarme?
-porque está en una parte privada.
-quién te dijo esa mentira?
-qué mentira?
-lo de las partes privadas.
-bueno, mi mamá, mi papá también lo dijo en la mesa un día.
-todo trucho, eso no existe. no hay que tener vergüenza.
-vos porque querés mirarme las piernas...
-mirarte las piernas? fa, nenita: vos no sabés las piernas que yo he visto.
-ah, sí? cuántas piernas has visto? abrí bien los ojos, mostrame... vos no has visto piernas, salame.
-sí que he visto. he visto más piernas de las que vos has visto.
-no creo. de mujeres? yo voy al vestuario del club y veo...
-qué ves?
-piernas.
-y qué más ves?
-un montón de cosas, veo. sobre todo en las señoras grandes.
-las señoras grandes se bañan con ustedes?
-cada una en su duchita, pero sí. las ves.
-qué degeneradas.
-degeneradas por qué, nene?
-no da, me parece.
-y si vas a un vestuario de chicos no se ven desnudos?
-sí, pero entre chicos es otra cosa.
-sos un machista.
-qué machista, no soy machista. pero ustedes no pueden andar en bolas por ahí, queda feo.
-sí que podemos.
-pero queda feo.
-depende. hay algunas que quedan feas, sí. y otras preciosas.
-igual, es de mala educación.
-mala educación estar desnuda en el vestuario de un gimnasio?
-exacto.
-sos un cuadrado, perdoname que te diga.
-para mí hay que prohibir los vestuarios de mujeres. y que las mujeres anden desnudas, también.
-prohibir qué? qué vas a prohibir vos, tarado?
-eso voy a prohibir. las mujeres no pueden desnudarse así como si nada, no da, queda mal.
-las mujeres podemos hacer lo que querramos, sabés?
-no, no pueden.
-ah, no? querés ver que sí podemos hacer lo que querramos? tomá, mirá: esta es mi otra cicatriz.
-...
-...
-hermosa.

sábado, 21 de mayo de 2011

gato tigre

"te toca hacer dormir al gato", se decían mutuamente. porque el gato ya no dormía.
juana escuchaba beirut y deliraba. así debe ser. las juanas deliran mientras los nadies les cuelgan la remera manchada (y lavada) de vino tinto. juana tiró el vino sobre el gato, tigre, y lucas le pidió que tuviera más cuidado. te toca dormir al gato, le dijo juana, y subió las arduas escaleras del dos ambientes. lucas se quedó de pie mirando al gato que se lamía el lomo como un borracho. 
conoció al gato, lucas, cuando era un recién nacido. la madre era una siamesa de una tía que una vez le dijo "llevate uno si querés", cuando la siamesa tuvo crías y no había qué hacer con todas ellas en recoleta. lucas agarró al más digno y se lo llevó pa su casa, se hicieron amigos. lucas le enseñó a tigre los primeros pasos, le dio de mamar en la boca, lo abrigó contra su cuerpo y lo educó en la vertiginosa tarea de vivir en sesenta metros cuadrados divididos en dos plantas. tigre eligió quedarse aunque lucas, de grande, le dejó varias veces la ventana abierta a propósito, para tentarlo, para enervarle la paciencia salvaje y obligarlo a morir en las calles de villa urquiza aplastado por un auto. lucas tenía, a veces, esos pensamientos. después, con el tiempo, conoció a juana. 
la primera noche se dijeron sí, nos vamos juntos, y se fueron. las cosas se precipitaron hermosamente. hermosamente porque esos meses juntos habían sido maravillosos. el gato compartía sus misterios, a la sombra. los miraba garchar como si nada, con esa parsimonia de fiera que tienen los gatos. al acecho pero distinta, la recorría a juana con los bigotes siempre que podía para llenarse de ella y comprobar si era una mujer digna de su padre. tigre veía a lucas como un gato. le veía los bigotes y pensaba que cuando él se metía entre las piernas de juana estaba, como él, reconociéndola. 
lucas marcaba territorio meando afuera del inodoro, solo eso, nada del otro mundo, nada que un hombre con insomnio no haga para sentir que le hace algún daño al mundo. no le hace nada, pero se queda con la idea y se calma, no? así funcionan las cosas. en todo caso así funcionaban en la cabeza de lucas que la tercera noche que durmió con juana, en su casa, despertó y vio que tigre estaba acurrucado entre las patas de ambos. la despertó a juana y le dijo 'mirá, el gato te quiere', porque no se animaba a decir que él también la quería. esas cosas de tipo, viste?, de nunca decir bien las cosas. 
posta que el gato la quería. se acostumbró a juana como se hubiese acostumbrado a cualquier adorno móvil dentro de la casa. la veía volver del trabajo y pasar a visitar a lucas y no sentía, nunca, celos. estaba feliz de que su padre estuviese reconstruyendo la vida después de la muerte de su anterior gata. pero lucas no era viudo ni era su padre, el gato flasheaba cosas y las creía reales, el gato filosófico invadía con su perfume a entrañas en cuarto cuando ellos disfrutaban demasiado del sexo. los miraba con ardiente dicha cuando acababan. 
el gato se hizo rico de verlos amarse. rico en un montón de caricias, de manotones de ahogado y de tardes de arreglar-las-cosas que terminaban en la cama. tigre reconocía cuando se amaban, cuando se separaban un tiempo, cuando volvían a encontrarse. hasta que juana, finalmente, se mudó a lo de lucas y tigre le hizo un lugar en su día a día. juana y el gato empezaron a entenderse, hasta que se entendieron completamente. pudieron, incluso, existir sin lucas las tardes que lucas no estaba. porque trabajaba, lucas, como chef en un re restorán de acá un par de cuadras. juana se quedaba los sábados con tigre a ver series yanquis en cuevana. se les iba la tarde, se acurrucaban en el sofá y se besaban. 
cuando lucas apagaba las luces de la casa, mientras juana se desmaquillaba para sacarse el laburo de la cara, el gato iba y venía dentro del cuarto esperando el momento en que ellos se metieran en la cama, para meterse con ellos. a veces enseguida lo sacaban porque les urgía sexo, pero las noches en que dormían el gato disfrutaba. de ese calor, no?, de los pies de los otros animales unos contra otros. los animales reunidos en contra de los corpúsculos de krausse, del invierno, del odio. así, humanos con gatos y con liebres y, después, con perdices. con todo el bosque en la cama. en el tiempo en que se amaban. 
después pasó algo, que no se decían. para uno y el otro pasaba algo, pero en realidad no pasaba. mantenían en silencio la sospecha, uno del otro. así que mientras uno intentaba disimular el otro percibía cierta rigidez y atacaba, entonces el que disimulaba dejaba de disimular y estallaba. noche tras noche no supieron hablarse cuando iban a la cama. no era aquel silencio de la saliva, la música sutil de la garganta, al fondo. una gárgara, un alarido. todo se había vuelto violencia de repente. y los silencios eran puñaladas en la espalda. bueno, ya, dejá de gritar que vas a desesperar al gato, le dijo lucas y para qué, juana pegó unos gritos tremendos. lucas bajó al sillón para hacer dormir al gato. y el gato se durmió en sus brazos y lucas en los del gato. 
al día siguiente tigre se paró junto a la cama, cuando iban a acostarse. se acostaron en silencio y el gato no se movió. juana lo miró de reojo. "me parece que no quiere dormir", dijo juana, se levantó de la cama, alzó al gato y bajó al sofá. lo acunó y, al rato, se durmieron juntos. hablaron al mediodía, juana y lucas, de un domingo como cualquier otro domingo, que tendrían que turnarse para dormir al gato, porque el gato ya no dormía. los dos estaban satisfechos con la decisión de que una noche cada uno, alternadamente, dormirían en el sofá para que el gato durmiese. "sino anda todo el día hecho un boludo", dijo juana. lucas "sí, de una" le dijo y se cebó unos mates. 
hacía semanas que no tenían sexo por culpa del gato y sin embargo estaban felices. porque de algún modo eso los equilibraba. estaban enfermos, por ahí, qué sabían. si la gente se enferma de un día a otro, pensaba lucas mientras se secaba el cuerpo después del baño antes de bajar a dormir al gato. juana estaba en la cama, desnuda, pero él no la miraba. él miraba su rostro en el espejo y pensaba que todavía podía ganarse algunas minas con esa cara. 
bajó al living, miró el sofá y el gato dormía. pensó que podía subir, ya que tigre no lo necesitaba, y acostarse de nuevo con juana. pero no valía la pena. qué arreglaría? en qué cambiarían las cosas que el gato, en realidad, durmiera? a fin de cuentas juana también lo sabía e igual noche por medio se hacía la boluda. como él. y el gato dormía. 

viernes, 20 de mayo de 2011

saViduría

el silencio es musgo. la infancia es patio. nos relacionamos más con las plantas en la vida que con los seres humanos. el malvón de las abuelas, el jazmín, la acaudalada rama de un álamo. nos trepamos a los árboles. andamos viviendo por allá arriba una buena parte de la infancia. pero el silencio es siempre musgo. se pegotea. 
el silencio viscoso de jazmín lechero. esa savia densa que condensa, en su sangre, la llama blanca del pasto. las ramas que se sacuden como brazos dispuestos, a lo lejos, en lo alto, cerca. las uvas inmaduras que salen a bailar antes de cumplir la mayoría y se emborrachan aplastándose unas otras, entregadas al exceso de los azúcares crispados. el mármol del roble, el metálico gomero, las patas hinchadas de los ombúes y el alarido minúsculo, pero fluorescente, de los sauces.
uno vive resguardado en el bosque, intimidado por el griterío de la selva en que los pájaros, abiertos de par en par, dejan caer trozos de mar de la garganta. el buche musical de los pájaros, entre las hojas. incluso cuando a los canarios les desnudan el sexo y el otoño arrasa la intimidad de los gorriones que son breves, sí, pero juguetones. 
tenemos más relación con la naturaleza en la infancia. volverse adulto es tomar conciencia de la propia debilidad. la razón es eso: ganar miedo, perder agallas, deponer al animal para convertirse en ciudadano. un ciudadano que quiere su casa y quiere su patio y las plantas que lo vieron crecer. que sueña, todavía, con ser pájaro. vagamente. cuando fuma, cuando toma, cuando se queda contemplando el techo vacío del mundo que es, ahora, su ojo. 
de niños inventamos un mundo por día. cuando crecemos con un mundo que no nos mate estamos contentos. un mundo que no nos mate y que no mate a los seres queridos. un mundo de hiedras aplastadas, de enredaderas sublimadas. un mundo de plantas sin bichos. un mundo hormigonado y con veredas, con asfalto, con calles, con redes, con subtes, con autos, con trenes. y dentro de los autos ni un alma devota de la fotosíntesis. 
en la adolescencia desprecié grandemente a las flores. encarnaban el símbolo del despreciable ritual amoroso. se disfrazaban de buenas las plantas pero nos estaban asfixiando. después de sentir eso me hice grande. me invadieron los sesos la maleza y el mal. 
cómo hago para reverenciar, de nuevo, los helechos? cómo le pido perdón a los potus, a los ficus, a los latinos y a los griegos? cómo vuelvo a escuchar el aullido profundo de los huesos que se clavan en la tierra? cómo sobrevivo a la ambición de las plantas parásitas? cómo aprendo a vegetar sin perecer, sin temer morir, sin antojo de cesar?
me lavo, me curo, me ducho, me lluevo. recibo el calor y la luz y el sol como una planta. clavo los dedos en la tierra. los dedos me crecen debajo, van absorviendo la humedad de las chicas que luego serán madre. entro en el ciclo del agua: tomo, lloro, meo, escupo, acabo. reseteo la maleza humana sin poner un centavo. porque es gratis ser humano. ser libre. e incluso ser feliz. gratis o, cuando mucho, barato. siempre alguien nos riega. siempre alguien nos habla al oído mientras dormimos porque cree que, como las plantas, de algún modo escuchamos. el intenso viento  del sol nos sacude. también nosotros tenemos, después de florecer, semillas adentro. 

jueves, 19 de mayo de 2011

turrón anarco

los niños saben que son alumnos? no, no toman conciencia. 
así que el niño se me cola y pide un turrón. ojalá a mi edad no pida, como yo, un paquete de puchos. salgo y me lo encuentro desayunando turrón con un perro al lado. miro alrededor y no veo padres. me aterra no ver padres cuando veo un niño. 
-estás solo?
-ajá-y sigue comiendo.
-no vas a la escuela?
-si, ahora voy. 
porque al niño lo habían mandado a hacer unas fotocopias al quiosco de enfrente y yo, tan boludo, no me di cuenta. así que el niño salió de la escuela privada en la que sus padres lo meten y fue a hacer unas fotocopias para unas maestras. porque en la escuela privada esa no tienen ni para fotocopias, parece. 
los padres de los niños que no andan sueltos se bajan de unos autos descomunales. me parece que les preocuparía que sus niños estando en la escuela cruzan las calles que ellos les niegan. 
así que este niño puede aprender más yendo de su casa a la escuela y, sobre todo, de la escuela al quiosco. un niño que ni siquiera sabe lo que es un perro callejero ahora se sienta y come turrón al lado de uno. y el perro lo mira y el niño, de reojo, tantea el cristal de sus ojos pardos. espera un pedacito de turrón. no se puede esperar un pedacito de turrón de un niño al que le sobran turrones. 
esa forma de libertad que adquiere el niño, intocable, es la que me niega que deba denunciarse a la escuela por dejarlo salir. porque si: a la escuela no le importa el niño, le importa el cliente. la educación privada es clientelismo de clase media, como tantas otras cosas. yo mismo fui a una escuela privada (masencima católica) y no siento ningún pudor en decir que la mayoría de lo que soy lo aprendí cuando en quinto año de la secundaria me cambiaron a una pública a la que tuve que ir caminando, y no en la confortable comodidad del auto de mi vieja. no sufrí para nada, eh. no hay nada más que odie más que un tipo desagradecido. no lo soy. 
dejé al niño ahí nomás, qué iba a hacerle? son niños medios cretinos esos, no les interesa hablar ni lo que vas a decirles, no reciben consejos ni escuchan otra voz que no sea la de sus padres y, luego, al dinero. o se salvan, como me pasó a mí. y leen y piensan para otro lado. y son moldeados con más turrones en la vereda, con más tiempo para hacer cagadas, con un cacho más de calle de ciudad pequeña. 
el niño no sabe que es alumno, pero está vestido de alumno. su turrón en plena calle es una alerta para todo el sistema educativo y sobre todo para los padres que mandan esos niños a esa escuela. para mí es un toque de anarquismo en ayunas. nadie le permite estar sentado acariciando un perro hinchado de pulgas, ni comprarse el turrón, ni hablar conmigo, ni ver cómo le asfaltan los pies a los árboles. pero los niños pueden abstraer el peligro, todavía. y eso los salva. en algún sentido, la ignorancia. la ignorancia que impide el miedo. el niño frente al peligro, solo, como el humano contra la muerte. aprendiendo todo. 

lunes, 16 de mayo de 2011

lunes dieciséis, casi dieciocho

escribo acá, en una oficina. hay monitores y manchones blancos, como en cualquier oficina. hay una ventana que da a la terraza de una casa en la que dispusieron un lavadero y, dentro del lavadero, una esclava a sueldo que toma dos colectivos para ir desde su casa hacia ese lavadero en la terraza de una casa vecina a mi oficina. ella y yo estamos trabajando. mientras trabajamos sentimos que hay cierto sentido, cierta utilidad en lo que hacemos. después, al girar, al encontrarnos mientras yo fumo y ella se seca la frente, nos inquietamos. es un instante que revela que yo tuve más suerte que ella. porque es suerte, muchachos, condiciones de existencia: lo que decía durkheim, pero sin las teorías boludas de su época que ya, por suerte, creemos haber superado.
la empleada doméstica (domesticada) me mira y no imagina lo que yo hago, porque básicamente fumo en la ventana y ella de fumar nada. ella lava, seca, plancha. cerca de las seis de la tarde (de las dieciocho, como gustan los locutores radiales), se cambia la ropa y mira una vez más hacia la ventana. yo estoy sentado, escribiendo esto. ella está por irse a la casa, dos colectivos mediante. me mira todavía sentado, imagina que aún trabajo y se conmisera de mí, porque su jornada ha terminado. yo no trabajo, escribo sobre ella. más tarde me subo al auto y manejo hasta mi casa. un solo auto, mío, con la música al palo. 
si algún día me quejo de algo péguenme un tiro en cada pierna.

domingo, 15 de mayo de 2011

todas las bitácoras son una mierda. los diarios, otro tanto. porque quien suscribe es la conciencia vencida, adscripta a la mera conservación de un relato diferido, con delay, que menosprecia la acción in situ, la revelación que hay een el desarrollo de un acto cualquiera. seguir la cronología de un tipo es unir momentos singulares según una selección parcial (casi aficionada a su ulterior público) de su propio pudor.
el pasajero ha de saber que el tránsito que hay de una coma a la otra es el relato, la vida ocurre siempre en los paréntesis. "mientras te empeñás en hacer otros planes", cantaría lennon a su hijo sean. las cosas son así. la historia debe ser leía entrelíneas como propone foucault: no basada en el hecho en sí sino en la red de causas y consecuencias que conducen y devienen de un hecho histórico. porque la historia en su sentido lineal es tan mierda como una bitácora.
a la hora de escribir, procuramos ser leídos. sería falso suponer lo contrario. el mundo está lleno de autoescritores. los autoescritores no son escritores sino lacayos de su pánico escénico. los pseudo escritores (como yo) procuramos ser leídos, y mientras somos leídos nos sentimos inspirados para escribir nueva cosaas que sean, también, leídas. es una cadena que progresivamente embala el miedo y siembra de seguridades al escriba que, finalmente, deviene escritor. no siempre. pero bueno.
se trata de pernoctar, sin miedo al insomnio, en las duchas sociales, tratando de hallar en medio del vapor una suerte de anagnórisis (espiritual o qué) para redimirnos del raro vértigo de ser, nomás, materia. materia pensante y todo, pero un cacho de algo, un pedazo de tabla con ideas.
lo importante es, creo yo, no prostituir la esencia con las ideas. las ideas son fruto del contacto entre la propia conciencia y el mundo exterior. las ideas son una consecuencia de los estímulos, de los sentidos, son un reflejo innato al pensamiento. no existe cerebro sin ideas. no existen ideas sin cerebro.  es cómo la masa cartilaginosa, láctea, gris se funde con su instante celeste, su cosa, la cosa creada. la idea fuera de sí, la idea hecha, realizada, de la cosa nueva, fundante, de sí mismo. porque aún el menos creativo se crea, por lo menos, a sí mismo; esa es la cuestión.
esto que creo es, digamos, un blog. y un blog es una cosa ya creada por otros, pero este blog es único, es un resultado de un complejo mecanismo que soy Yo, como son Ustedes y como somos Todos. nada del otro mundo, nada que salvajemente arrase con todo lo conocido. llegarán al blog mis ideas, sobre cualquier cosa. lo primero que quiera escribir, lo que necesite decir. y ya. todos los temas, todas las ideas, hasta los pensamientos más estúpidos, nimeos, insignificantes. la cosa es decir. y ser leído. y comentado. y criticado. porque la ideas, que parecen algo mayor, son en realidad ordinarias, cotidianas, domésticas. pero siempre algo revelan, algo que las ideas de otros están esperando, queriendo decir sin saber cómo, como una embromada paliza contra las cuerdas.
habrá que hacerse humano a los golpes, para morirse nomás. las ideas no mueren, son la auténtica mutabilidad, la trascendencia de la carne.