sábado, 21 de mayo de 2011

gato tigre

"te toca hacer dormir al gato", se decían mutuamente. porque el gato ya no dormía.
juana escuchaba beirut y deliraba. así debe ser. las juanas deliran mientras los nadies les cuelgan la remera manchada (y lavada) de vino tinto. juana tiró el vino sobre el gato, tigre, y lucas le pidió que tuviera más cuidado. te toca dormir al gato, le dijo juana, y subió las arduas escaleras del dos ambientes. lucas se quedó de pie mirando al gato que se lamía el lomo como un borracho. 
conoció al gato, lucas, cuando era un recién nacido. la madre era una siamesa de una tía que una vez le dijo "llevate uno si querés", cuando la siamesa tuvo crías y no había qué hacer con todas ellas en recoleta. lucas agarró al más digno y se lo llevó pa su casa, se hicieron amigos. lucas le enseñó a tigre los primeros pasos, le dio de mamar en la boca, lo abrigó contra su cuerpo y lo educó en la vertiginosa tarea de vivir en sesenta metros cuadrados divididos en dos plantas. tigre eligió quedarse aunque lucas, de grande, le dejó varias veces la ventana abierta a propósito, para tentarlo, para enervarle la paciencia salvaje y obligarlo a morir en las calles de villa urquiza aplastado por un auto. lucas tenía, a veces, esos pensamientos. después, con el tiempo, conoció a juana. 
la primera noche se dijeron sí, nos vamos juntos, y se fueron. las cosas se precipitaron hermosamente. hermosamente porque esos meses juntos habían sido maravillosos. el gato compartía sus misterios, a la sombra. los miraba garchar como si nada, con esa parsimonia de fiera que tienen los gatos. al acecho pero distinta, la recorría a juana con los bigotes siempre que podía para llenarse de ella y comprobar si era una mujer digna de su padre. tigre veía a lucas como un gato. le veía los bigotes y pensaba que cuando él se metía entre las piernas de juana estaba, como él, reconociéndola. 
lucas marcaba territorio meando afuera del inodoro, solo eso, nada del otro mundo, nada que un hombre con insomnio no haga para sentir que le hace algún daño al mundo. no le hace nada, pero se queda con la idea y se calma, no? así funcionan las cosas. en todo caso así funcionaban en la cabeza de lucas que la tercera noche que durmió con juana, en su casa, despertó y vio que tigre estaba acurrucado entre las patas de ambos. la despertó a juana y le dijo 'mirá, el gato te quiere', porque no se animaba a decir que él también la quería. esas cosas de tipo, viste?, de nunca decir bien las cosas. 
posta que el gato la quería. se acostumbró a juana como se hubiese acostumbrado a cualquier adorno móvil dentro de la casa. la veía volver del trabajo y pasar a visitar a lucas y no sentía, nunca, celos. estaba feliz de que su padre estuviese reconstruyendo la vida después de la muerte de su anterior gata. pero lucas no era viudo ni era su padre, el gato flasheaba cosas y las creía reales, el gato filosófico invadía con su perfume a entrañas en cuarto cuando ellos disfrutaban demasiado del sexo. los miraba con ardiente dicha cuando acababan. 
el gato se hizo rico de verlos amarse. rico en un montón de caricias, de manotones de ahogado y de tardes de arreglar-las-cosas que terminaban en la cama. tigre reconocía cuando se amaban, cuando se separaban un tiempo, cuando volvían a encontrarse. hasta que juana, finalmente, se mudó a lo de lucas y tigre le hizo un lugar en su día a día. juana y el gato empezaron a entenderse, hasta que se entendieron completamente. pudieron, incluso, existir sin lucas las tardes que lucas no estaba. porque trabajaba, lucas, como chef en un re restorán de acá un par de cuadras. juana se quedaba los sábados con tigre a ver series yanquis en cuevana. se les iba la tarde, se acurrucaban en el sofá y se besaban. 
cuando lucas apagaba las luces de la casa, mientras juana se desmaquillaba para sacarse el laburo de la cara, el gato iba y venía dentro del cuarto esperando el momento en que ellos se metieran en la cama, para meterse con ellos. a veces enseguida lo sacaban porque les urgía sexo, pero las noches en que dormían el gato disfrutaba. de ese calor, no?, de los pies de los otros animales unos contra otros. los animales reunidos en contra de los corpúsculos de krausse, del invierno, del odio. así, humanos con gatos y con liebres y, después, con perdices. con todo el bosque en la cama. en el tiempo en que se amaban. 
después pasó algo, que no se decían. para uno y el otro pasaba algo, pero en realidad no pasaba. mantenían en silencio la sospecha, uno del otro. así que mientras uno intentaba disimular el otro percibía cierta rigidez y atacaba, entonces el que disimulaba dejaba de disimular y estallaba. noche tras noche no supieron hablarse cuando iban a la cama. no era aquel silencio de la saliva, la música sutil de la garganta, al fondo. una gárgara, un alarido. todo se había vuelto violencia de repente. y los silencios eran puñaladas en la espalda. bueno, ya, dejá de gritar que vas a desesperar al gato, le dijo lucas y para qué, juana pegó unos gritos tremendos. lucas bajó al sillón para hacer dormir al gato. y el gato se durmió en sus brazos y lucas en los del gato. 
al día siguiente tigre se paró junto a la cama, cuando iban a acostarse. se acostaron en silencio y el gato no se movió. juana lo miró de reojo. "me parece que no quiere dormir", dijo juana, se levantó de la cama, alzó al gato y bajó al sofá. lo acunó y, al rato, se durmieron juntos. hablaron al mediodía, juana y lucas, de un domingo como cualquier otro domingo, que tendrían que turnarse para dormir al gato, porque el gato ya no dormía. los dos estaban satisfechos con la decisión de que una noche cada uno, alternadamente, dormirían en el sofá para que el gato durmiese. "sino anda todo el día hecho un boludo", dijo juana. lucas "sí, de una" le dijo y se cebó unos mates. 
hacía semanas que no tenían sexo por culpa del gato y sin embargo estaban felices. porque de algún modo eso los equilibraba. estaban enfermos, por ahí, qué sabían. si la gente se enferma de un día a otro, pensaba lucas mientras se secaba el cuerpo después del baño antes de bajar a dormir al gato. juana estaba en la cama, desnuda, pero él no la miraba. él miraba su rostro en el espejo y pensaba que todavía podía ganarse algunas minas con esa cara. 
bajó al living, miró el sofá y el gato dormía. pensó que podía subir, ya que tigre no lo necesitaba, y acostarse de nuevo con juana. pero no valía la pena. qué arreglaría? en qué cambiarían las cosas que el gato, en realidad, durmiera? a fin de cuentas juana también lo sabía e igual noche por medio se hacía la boluda. como él. y el gato dormía. 

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